El partido de vuelta entre Independiente y Universidad de Chile por los octavos de final de la Copa Sudamericana quedó cancelado tras violentos enfrentamientos en la tribuna. Se jugaba el segundo tiempo, con empate 1-1 en el marcador, cuando estalló el conflicto. Hinchas chilenos lanzaron objetos hacia las plateas locales desde sectores elevados, lo que derivó en una escalada en la que barras de Independiente ingresaron al sector visitante. El choque acabó con decenas de heridos y más de un centenar de detenidos.
Cifras de una noche trágica
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Al menos 10 heridos graves, incluyendo personas en estado crítico.
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Más de 100 detenidos, en su mayoría hinchas chilenos.
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Imágenes estremecedoras que mostraron a personas golpeadas, empujadas desde las tribunas, incluso desprovistas de ropa como gesto de humillación.
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El árbitro suspendió el encuentro por falta de garantías de seguridad, y Conmebol canceló el partido alertando que el caso será evaluado por los organismos disciplinarios competentes.
Reacciones al incendio social
El presidente de Chile, Gabriel Boric, condenó con dureza los hechos, calificándolos de «inaceptables» y responsabilizó a los organizadores. A la vez, el cuerpo diplomático fue enviado a Buenos Aires para garantizar asistencia a los heridos y detenidos. Por su parte, Conmebol expresó su «máxima firmeza» y anunció posibles sanciones a ambos clubes si se confirma su implicancia institucional en lapsos negligentes de seguridad.
Qué significa para la Copa
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El resultado—que favorecía momentáneamente a la U de Chile en el global—no se resolverá en la cancha, sino en despachos y tribunales.
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El episodio reabre el debate sobre la violencia en el fútbol sudamericano y la responsabilidad de los clubes y autoridades para preservarlo como espectáculo, no campo de batalla.