
Casi cinco años han pasado desde su espeluznante choque en Baréin. Este viernes, Grosjean realizará una prueba con el Haas VF-23 de 2023 en Mugello, cerrando simbólicamente un ciclo que quedó abierto luego de aquel accidente.
En el Gran Premio de Baréin 2020, Romain Grosjean sufrió un accidente brutal: su Haas se partió tras impactar las barreras, quedó envuelto en fuego, pero él logró salir con quemaduras en las manos y piernas. Esa imagen quedó grabada como uno de los momentos más impactantes de la historia reciente de la Fórmula 1.
Regreso especial en Mugello
El test será parte del programa Testing of Previous Cars (TPC), donde se usan monoplazas antiguos.
Grosjean subirá al VF-23 de Haas, el auto de la temporada 2023.
Estará acompañado por miembros del equipo original, como Ayao Komatsu, quien fuera su ingeniero de carrera y ahora es jefe del equipo, y otros mecánicos que lo asistieron en su última temporada en la F1.
Otro detalle emotivo: usará un casco diseñado por sus hijos, que estaba destinado originalmente para su último Gran Premio en Abu Dhabi 2020, pero nunca pudo ser empleado por sus lesiones.
Lo simbólico por encima de lo competitivo
Porque este test no es un retorno para competir, sino una jornada de reconocimiento: de cerrar heridas, de volver a reencontrarse con un pasado difícil y de honrar el espíritu de quien vivió para seguir adelante. Para Grosjean será una mezcla de emoción, nostalgia y gratitud hacia quienes lo acompañaron en esa etapa intensa.