
La crisis en River no es solo de resultados, sino también de clima interno. Marcelo Gallardo lo reconoció públicamente al asumir la responsabilidad por el presente del equipo tras la dura derrota con Riestra, y lejos de minimizar la situación, esa autocrítica se replicó puertas adentro del club.
En el River Camp, el ambiente es de “mea culpa” en todos los niveles: cuerpo técnico, jugadores y dirigentes saben que el rendimiento individual está varios escalones por debajo de lo esperado. El propio Gallardo admitió que no ha logrado darle una “identidad” al equipo, y eso dejó en evidencia la sensación de desorden y falta de consistencia futbolística.
El entrenador se dirigió al vestuario inmediatamente después del partido, un gesto simbólico que muchos interpretaron como un acto de cercanía ante el momento límite que atraviesa el equipo. En las conversaciones internas se repite una idea central: la única forma de salir de la turbulencia es ganándole a Racing en la Copa Argentina, un cruce que viene cargado de presión y expectativas.
Gallardo también reconoció el afecto del público, al que dijo agradecer: siente que debe responder desde su rol como conductor, reconstruyendo un equipo que represente a esta histórica institución. La esperanza está puesta no en discursos, sino en hechos: volver a ganar, mostrar orden defensivo, contundencia ofensiva y recuperar credibilidad ante una hinchada que exige mucho más.