
Independiente igualó 0-0 frente a Racing en el clásico de Avellaneda, pero el resultado dejó sensaciones más positivas que negativas. El estreno de Gustavo Quinteros como técnico marcó un giro en actitud y organización, un primer paso alentador en medio de semanas difíciles para el club.
El equipo llegó golpeado tras una racha sin triunfos, pero en El Cilindro se vio una versión diferente. La defensa respondió con firmeza: Nicolás Freire, que había sido cuestionado en otras fechas, creció a medida que avanzó el partido. En el medio, Rodrigo Fernández Cedrés aportó equilibrio y solidez.
En ataque, se vieron intenciones y algunos destellos. Ignacio Pussetto, desplazado como centrodelantero, definió bien un gol que fue anulado por offside y mostró movilidad y despliegue. Pero el salto más notorio lo dio Luciano Cabral, especialmente en el segundo tiempo: con el balón en sus pies y carácter para conducir al equipo, fue quien generó las mejores jugadas y acercamientos. En una de sus acciones, un remate suyo fue bien invalidado tras una gran acción colectiva previa.
Sin embargo, el clásico también dejó la sensación de que pudo haberse ganado. En el cierre, Pablo Galdames tuvo una chance clara frente al arquero Cambeses que no supo definir, y esa oportunidad perdida terminó quedando como una sombra en lo positivo del partido.
En definitiva, Independiente se va del Cilindro con un balance favorable: cambio de chip, mayor actitud y mejor imagen, aunque sigue encima el déficit goleador. Quinteros logró ensamblar una estructura más sólida, y ahora el desafío será mantener estas mejoras y traducirlas en victorias.