
Romina Scoglia, de Zárate, afronta una de las ultramaratones más exigentes del mundo: el Spartathlon, una prueba de 246 kilómetros que debe completarse en 36 horas. Su historia, su entrenamiento y el desafío personal de cruzar más allá de los límites físicos.
La carrera Spartathlon revive el relato del soldado griego Filípides, quien recorrió 246 km sin detenerse para pedir ayuda antes de una batalla épica. Inspirado en ese mito, el Spartathlon se organiza cada septiembre, con puntos de control que los corredores deben atravesar dentro de tiempos específicos, caso contrario pierden la posibilidad de continuar.
Romina ha participado ya en esta prueba varias veces. Ahora vuelve con la meta clara: terminar bien, cuidar el cuerpo, mejorar su tiempo y mostrar que la resistencia no solo tiene límites físicos, sino mentales también.
Preparación: cuerpo, mente y estrategia
Vive en Zárate (Provincia de Buenos Aires) y proviene de una trayectoria en running y ultramaratones.
Su rutina incluye varios rodajes largos los fines de semana, además de entrenamientos funcionales, natación, bici, yoga y sesiones para trabajar la digestión, esencial para aguantar horas corriendo sin parar.
Su alimentación es vegana; llevará geles y membrillo, panes y algún alimento salado que esté acostumbrada a usar en entrenamientos largos. Esa familiaridad con lo que su cuerpo tolera es clave a la hora de mantener el rendimiento.
La prueba: lo que implica correr sin descanso
El recorrido tiene 246 kilómetros y debe completarse en un tiempo máximo de 36 horas.
Hay 75 puestos de control distribuidos en la ruta. Si un corredor no llega a alguno de ellos dentro del tiempo límite, pierde su dorsal y queda fuera de la competencia.
Durante la carrera se enfrentan cambios de clima, altibajos de temperatura, tramos nocturnos solitarios y momentos de gran desgaste físico y mental.
El Spartathlon no premia con dinero, sino con reconocimiento, con orgullo personal, con la corona de olivos (esta suele ser una de las distinciones simbólicas), y pequeños rituales como besar los pies de la estatua del Rey Leónidas al llegar.
La mirada de Romina
Romina cuenta que correr el Spartathlon “es una satisfacción que ningún premio económico puede alcanzar”. Para ella, lo más valioso es superarse, llegar a la meta, representar bien al atletismo argentino, y compartir cada tramo con quienes la apoyan.
Destaca también la parte mental: el agotamiento, el dormir poco, las horas donde corre sin más compañía que su respiración y el silencio. Afirma que tener la cabeza fuerte es tan importante como tener piernas preparadas.
Lo que se viene
Actualmente está en Atenas, junto a otros ultramaratonistas argentinos, para afrontar el desafío.
Lleva apoyo institucional: beca de alto rendimiento de la Municipalidad de Zárate, colaboración de la Asociación de Psicología del Deporte.
El objetivo inmediato ya no es únicamente completar, sino hacerlo lo mejor posible, mantener cada puesto de control, cuidarse para llegar con fuerza al final.